Él extraña algo de ella.
Particularmente sus labios sabor a cereza.
No sólo el poder de contemplarlos,
sino también el de besarlos.
Tirado sobre su sillón de cuero verde,
aún está hecho trizas por culpa de esos besos.
Ella, en la cocina de su nuevo departamento,
recuesta su cabeza sobre la mesada de mármol.
Exhausta por los narcóticos mimos no escasos.
Ambos, de la cabeza.
¿Quién extraña a quién? Ese es el puto dilema.
El sacarse las ganas de una vez por todas
podría evitar el nefasto echarse de menos.
Y en forma sincronizada salen de sus universos.
Por fin se vuelven a ver de nuevo.
07/10/2017
C'est la Vie!
El ChejoViano
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