Empiezan los temblores sobre su cuerpo
peludo y sucio de polvo callejero.
Una mosca se le para sobre su hocico marrón.
Deja de ser una constante molestia
cuando el cielo garúa levemente.
Y batiendo sus alas el efímero insecto
se retira de su pobre compañía abandonada.
Mirar detenidamente el oscuro cielo
y buscar alguna compasión de un apurado peatón
resulta ser más complicado de lo que esperaba.
Solo falta una lata en son de compasión.
Alguien le tira la sobra de un pancho.
Devorándolo en un segundo se siente pleno.
Agita de a poco su rabo y empapa a los demás.
Perros tristes y escuálidos no se percataron
de invocar tremenda y brillante compasión.
La palabra "hogar" nunca emocionótan bien como ahora.
30/09/2017
C'est la Vie!
El ChejoViano
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