Si existiese un manual
que precisara los pasos engalanados
a seguir para mantener de modo correcto
una línea perfecta de un amor novato,
tal vez se caería en la trivialidad.
En un tiempo lejano, hubo un autor predispuesto
que plasmó su inocente torpeza idílica
en juglares burlescos
para anclar una sonrisa.
Los escollos pecaban por ser recalcitrantes,
además de ser fructíferos debido al aire inhábil
que suspiraba esa alma en cada esquina.
Pronto, ese vaho se contagió irremediablemente
por toda la atmósfera, con lo que arrojó
una tímida inexperiencia que bañó a los amantes.
Esa trova tibia y pueril
nunca se esfumó y siguió perenne
como un matinal eterno rocío.
Hasta hoy, se respira ese efluvio
y desordena de modo dulce el corazón.
Sus adormecidas miradas se refuerzan
extrañamente entre sí al sentir
ese lúgubre y poético perfume,
que los empuja a conocerse.
Luego de los brillos en los ojos,
sus cuellos sienten los suspiros
de la curiosa desmaña.
Ese antiguo poeta ha sucumbido
en un abrazo oscuro y espurio,
pero del que no tuvo arrepentimiento alguno.
Sus loas se redactaron en sus palmas
y se alojaron como miel en su cabeza.
Nadie sabe cómo alimentar esa extrañeza
y esa realidad que se asume
tal como es, sin filtro alguno.
Sólo responden a las citas, otros,
a los abrazos, y otros, a los besos.
A veces, en conjunto,
pero de todos modos, una relativa calma
reina en sus gargantas.
Se les erizan sus sombras
cuando sienten su lánguida presencia,
las palabras no afloran,
pero esa apacible ingenuidad,
por la que muchos la escupen,
se convierte en una osada valentía
hacia una emocionante novedad,
la de sentirse amado por primera vez.
La latente pasión trastoca la decencia,
y ese sabor primerizo del afecto
anula las miradas suspicaces
que se alimentan de absurda bulla.
Los primeros besos crispan sus lágrimas
y sus corazones no disienten
en sonreír ante la turbación que desusa
la histórica soledad de los amantes.
Es hora de saber de esa ruta
pavimentada de tieso suspenso,
pero, al mismo tiempo, de depurados encuentros
que no abundan en desastres
y en agrias lástimas
debido a su jovial impericia
de sentirse vivos.
que precisara los pasos engalanados
a seguir para mantener de modo correcto
una línea perfecta de un amor novato,
tal vez se caería en la trivialidad.
En un tiempo lejano, hubo un autor predispuesto
que plasmó su inocente torpeza idílica
en juglares burlescos
para anclar una sonrisa.
Los escollos pecaban por ser recalcitrantes,
además de ser fructíferos debido al aire inhábil
que suspiraba esa alma en cada esquina.
Pronto, ese vaho se contagió irremediablemente
por toda la atmósfera, con lo que arrojó
una tímida inexperiencia que bañó a los amantes.
Esa trova tibia y pueril
nunca se esfumó y siguió perenne
como un matinal eterno rocío.
Hasta hoy, se respira ese efluvio
y desordena de modo dulce el corazón.
Sus adormecidas miradas se refuerzan
extrañamente entre sí al sentir
ese lúgubre y poético perfume,
que los empuja a conocerse.
Luego de los brillos en los ojos,
sus cuellos sienten los suspiros
de la curiosa desmaña.
Ese antiguo poeta ha sucumbido
en un abrazo oscuro y espurio,
pero del que no tuvo arrepentimiento alguno.
Sus loas se redactaron en sus palmas
y se alojaron como miel en su cabeza.
Nadie sabe cómo alimentar esa extrañeza
y esa realidad que se asume
tal como es, sin filtro alguno.
Sólo responden a las citas, otros,
a los abrazos, y otros, a los besos.
A veces, en conjunto,
pero de todos modos, una relativa calma
reina en sus gargantas.
Se les erizan sus sombras
cuando sienten su lánguida presencia,
las palabras no afloran,
pero esa apacible ingenuidad,
por la que muchos la escupen,
se convierte en una osada valentía
hacia una emocionante novedad,
la de sentirse amado por primera vez.
La latente pasión trastoca la decencia,
y ese sabor primerizo del afecto
anula las miradas suspicaces
que se alimentan de absurda bulla.
Los primeros besos crispan sus lágrimas
y sus corazones no disienten
en sonreír ante la turbación que desusa
la histórica soledad de los amantes.
Es hora de saber de esa ruta
pavimentada de tieso suspenso,
pero, al mismo tiempo, de depurados encuentros
que no abundan en desastres
y en agrias lástimas
debido a su jovial impericia
de sentirse vivos.
09/06/2009
C'est la Vie!
El ChejoViano
El ChejoViano
No hay comentarios.:
Publicar un comentario